domingo, 15 de enero de 2012

Magnicidio frustado

Para los miembros de la secta ismaili, que sembraron el terror , entre los gobernantes musulmanes y cristianos del Próximo Oriente, en la época de las Cruzadas, el crimen, tenia un carácter ritual y casi sacramental.
Los ejecutantes empleaban armas blancas, preferentemente dagas. Se acercaban a sus victimas, y antes de cometer sus crímenes, se ganaban su confianza. Eran atrapados casi siempre, porque no intentaban huir.
Durante el asedio de la ciudad de Málaga, en el año 1487 por los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, se produjo un intento de atentado contra ambos, que de haber tenido éxito, habría, sin duda, cambiado el curso de la historia política e institucional de Europa y América. Málaga sometida al asedio del ejército cristiano desde mayo de 1487, se rendiría en agosto de ese año. Durante el citado asedio, se entregó a las tropas cristianas, un moro que quería trasladar, una información significativa a los monarcas. La información parecía ser, la inminente caída de Málaga, por el cerco a que estaba sometida. Interrogado por el marqués de Cádiz, D. Rodrigo Ponce de León, y convencido de la sinceridad del moro, decidió llevarlo a presencia del rey, sin antes registrarlo por si llevaba algún arma. La comparecencia se aplazó, porque el Rey estaba durmiendo. Lo llevaron a la tienda de Dª Beatriz de Bobadilla, marquesa de Moya, confidente e intima amiga de la reina de Castilla, que en ese momento charlaba amigablemente, con D. Álvaro de Portugal. El tratamiento de suma cortesía, que los presentes deparaban a la marquesa de Moya y al noble portugués, confundieron al moro, que creyó se encontraba ante la presencia de los monarcas cristianos. Sin dudarlo, empuñó un arma blanca que, inexplicablemente llevaba escondida , arremetiendo contra D. Álvaro, haciéndole una herida profunda en la cabeza y a continuación se revolvió contra Dª Beatriz, y le asestó una estocada sin herirla, pues la hoja del arma resbaló sobre el recamado de su vestido. Antes de que pudiera repetir el golpe, y al oír los gritos de la marquesa, acudieron soldados que acuchillaron y mataron al magnicida. Sus restos mortales, fueron lanzados al interior de la ciudad, con una catapulta. Los malagueños, respondieron matando a un cautivo cristiano y echaron su cuerpo fuera de la ciudad, atado a la grupa de un asno. El regicida frustrado, se llamaba Ibrahim Algerbi y entre los moriscos se le conocía con el sobre nombre del Moro Santo. Era, parece ser, de la secta ismaili.

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