viernes, 31 de diciembre de 2010

HISTORIAS DE GRANADA. El desafío

Estando Pulgar en Alhama, donde había fijado su residencia habitual, convocó a quince valientes compañeros y les preguntó si estaban dispuestos a seguirle. Quería entrar en Granada e incendiarla y aunque sorprendidos, todos se brindaron. Salieron de Alhama hacia la Malaha, a una legua de Granada. Se ocultaron durante el día y con un manojo de retama, hicieron una tea . Entraron en Granada por la puerta de Bibataubin y por el cauce del rio Darro, llegaron hasta Puerta Real, donde se quedaron seis caballeros. Pulgar y el resto, conducido por un moro granadino, liberto de Pulgar, se dirigieron a la puerta de la Gran Mezquita. Pulgar se arrodillo y clavo con un puñal, en las chapas de hierro de la puerta, un pergamino con las palabras “Ave María”. Se marcharon a la Alcaicería para prenderle fuego. Tristán de Montemayor, uno de los acompañantes de Pulgar, se olvidó la tea en la puerta de la Gran Mezquita. Pulgar empeñado en el incendio, trato de procurar lumbre con un eslabón, pedernal y un trozo de cuerda. De pronto, apareció la ronda de los moros. La dispersaron a cuchilladas. Guiados por el liberto, volvieron a Puerta Real, donde montaron sobre sus caballos y al aire del galope, se alejaron de la ciudad. A los pocos días, un moro llamado Tarfe, montando un caballo negro zaíno, se acercó al campamento cristiano de Santafe. Reto a los cristianos, sin importarle que uno, dos o múltiples caballeros, aceptaran el desafío. Como ultraje y afrenta, para encolerizar a los cristianos, llevaba atado .a la cola de su montura, un pergamino con la leyenda “Ave María”. Era la misma que Pulgar había clavado, en la puerta de la Mezquita Mayor. Se adelanta, de entre los caballeros dispuestos a aceptar el desafío, uno llamado Garcilaso. Sale al campo, a pesar de no tener el permiso real, por su corta edad. Se dirige al moro con valentía, pero este lo ningunea y menosprecia por su edad, pidiéndole que se aleje y que venga un hombre barbado. Enojado, arremete contra el moro altanero, con tal ímpetu, que de una lanzada lo atraviesa y mata. Con presteza se apea del caballo, le corta la cabeza al moro, la ata a su arcén y retira el “Ave María “de la cola de la montura del granadino y la besa con fervor.

Colaboración de Agustín.

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